lunes, 5 de abril de 2021

CLAMOR por Ani Carmona (Cuento de terror)

 


Leonor se mudaba de nuevo. A su madre le encantaba la restauración, así que su predilección por las casas antiguas empujaba a la familia a llevar una vida más bien nómada. Era la primera noche que dormían allí y, como siempre, su madre le había dejado una pequeña bombilla encendida para espantar todos sus miedos. Cada vez que se cambiaban de casa le costaba conciliar el sueño.

Muchas veces durante la noche, y en casas diferentes, había escuchado ruidos, visto sombras y sentido voces. Por eso, en esta ocasión, se tapó muy bien con las colchas procurando no ver ni oír nada. Sin embargo, la voz que provenía desde el fondo de la rejilla del baño, no cesaba. No lo hacía, aún cuando trataba de pensar en otra cosa y hasta cantaba bajito para ver si con su propia canción de cuna, lograba  que viniera Morfeo a salvarla. Y como no pudo acallarla, decidió interesarse por ella, por eso de que “si no puedes vencerlos, únete a ellos”. Fue al baño y apoyó la oreja sobre la rejilla. Se oía claro, desesperado y sin pausa, una y otra vez: - ¡Déjenme salir, déjenme salir, déjenme saliiiiiiiir!

Leonor corrió a la habitación de su madre y la sacudió fuertemente para que se despertara. Luego de un rato, mamá Graciela, abrió los ojos y a regañadientes, le preguntó a su hija:

-          ¿Qué sucede, Leonor? Estoy agotada…

-          Hay alguien encerrado debajo del piso, escucho una voz de una mujer que pide que la dejen salir. ¡Vení por favor, vení que quiero ayudarla!

-          Bien, pero como sean de nuevo tus miedos…

La voz desde abajo de la rejilla, no se escuchaba más cuando llegaron, por lo cual, y basada en anteriores experiencias, Leonor aceptó, muy avergonzada, que seguramente, sus nervios le estaban jugando una mala pasada. Y como su madre estaba tan ocupada con la restauración de esta gran mansión que le vendiera un anticuario coleccionista, no se atrevió a molestarla más con el tema.

Pero la voz seguía noche a noche, pidiendo ayuda. A Leonor se le encogía el corazón, no lograba dormir y terminaba corriendo hasta el baño e intentaba hablar con la víctima, sin éxito. “Alguien está encerrado en el sótano y no lo está pasando muy bien. ¿O será un fantasma?” Leonor perdió el apetito y la tristeza se adueñó de ella. Por eso sus amigos  Jorge y Javier, decidieron acompañarla cuando transcurría la segunda semana de luchar con ese lamento. Bajaron al sótano muñidos con una potente linterna, los pasos de los tres amigos crujían al pisar las vetustas escaleras y el olor a humedad y encierro se hacía insoportable. Minuciosamente, pasaron la luz, por todo el recinto y cuando ya creían que no había nada ni nadie, la vieron: Una gran jaula de alambres herrumbrados y piso de latón, pendía de una viga baja mientras se balanceaba; albergaba un pájaro verde, azul y amarillo, con pico negro de gancho y plumaje crispado; estaba medio dormido y medio despierto y cuando el foco lo encontró comenzó a repetir su conocido mantra: - ¡Déjenme salir, déjenme salir, déjenme saliiiiiiiir!  Desplegaba las alas, saltaba de su columpio hasta el borde de su jaula, y provocaba tal alboroto y movimientos pendulares en su calabozo, que los niños salieron corriendo del lugar.

-          ¡Pobre animalito! ¿Quién lo habrá puesto en el sótano y quién lo cuida y le da de comer cada día? – se preguntaron.

-          Propongo iniciar una investigación por el barrio y hacer guardia en la puerta del sótano para descubrir al culpable de tan atroz hecho. Como defensores de los derechos de los animales, no podemos permitir que esto quede impune.

Pasaban los días y nada, nadie les daba respuestas convincentes; pasaban las noches y la voz continuaba. Los niños no se animaban a entrar de nuevo al lugar y menos que menos a liberar al pájaro.

Una noche cesaron las quejas y un silencio de ultratumba ocupó el espacio. Leonor estaba más asustada aún que cuando sentía los gemidos, tanto que se pasó a dormir a la cama de su madre. Al día siguiente, la cuadrilla de obreros destinada a restaurar el sótano, abrió la puerta y bajó por la desvencijada escalera que cedió ante el peso de los hombres y sus herramientas. Leonor los observaba desde cerca conteniendo la respiración. “Lo verán, encontrarán al pájaro”, pensaba y esperaba mientras escuchaba el sonido de los golpes de demolición y el silbido penetrante de la sierra eléctrica. Caían las vigas, volaba el polvillo y sonaban las voces de los albañiles. Lo que no se sabía es qué había pasado con el papagayo sufriente ni con su cruel carcelero. Sin embargo, muchos animales embalsamados, viejos y descascarados, comenzaron a llenar los contenedores de la obra de refacción.

Una mañana, cuando ya Leonor casi se olvidaba del hecho y dormía sola en su cuarto, despertó ante el grito de la mucama proveniente del cuarto de su madre. Corrió a ver qué sucedía y cuánta fue su sorpresa al ver la escena: La cabeza de Graciela colgaba del borde de la cama, sus ojos estaban abiertos y su gesto había quedado congelado por el horror, en un rictus de espanto. Su sangre corría por el piso creando un riacho hacia la rejilla abierta del baño. El cuello mostraba heridas punzantes muy profundas y por la habitación, plumas verdes, azules y amarillas, se esparcían por doquier, algunas aún volaban por la brisa de la mañana que se filtraba por la ventana semi-abierta.

TESTIMONIO ESPECIAL - 2 DE ABRIL: DÍA DE LOS VETERANOS Y CAÍDOS EN MALVINAS por ANY CARMONA

Testimonio especial

 

COMANDOS EN ACCIÓN: LA TOMA DE LAS MALVINAS


La historia de Pedro Camilo López, el único salteño (de la provincia de Salta, Argentina), que participó del asalto de las islas. La noche en que tomaron la casa del gobernador británico. La paradójica rendición de los ingleses. La decepción de las tropas de asalto argentinas y el circo montado por el Ejército Argentino.

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Corría el año 1982, la dictadura en la Argentina estaba en su momento más álgido y los conflictos internos nacionales preocupaban al pueblo al haber una amenaza constante de guerra con la República de Chile.

Todo se había iniciado el lunes 22 de Mayo cuando, luego de un fin de semana, el grupo de Buzos Tácticos volvió a la base naval de Mar del Plata y se le anunció que había acuartelamiento. A partir de ahí comenzaron los ejercicios normales tanto de día como de noche. Nadie sabía qué era lo que estaba pasando.

El jueves 25 los embarcaron a Puerto Belgrano en Bahía Blanca y se les dijo que posiblemente, irían a la zona sur. Todos pensaron que se trataba del conflicto por el Canal de Beagle con Chile…

El suboficial Pedro Camilo López, salteño de Rosario de Lerma, formaba parte del grupo de dieciseis miembros, ocho Comandos Anfibios y ocho Buzos Tácticos, denominado “Patrulla Techo” que estaba comandado por el Capitán Pedro Giachino, segundo Comandante del Batallón Nº 2 de Infantería de Marina.

Todos respondieron asombrados:

- ¿Pero, no era que íbamos al sur?...Bueno, las Malvinas están en el sur pero no, no es cierto, no puede ser…

La orden era: probar a full las armas. Se fueron a la cubierta de helicópteros, en la popa, llevando los cargadores de municiones de FAL y armamentos personales.

Sabían que el desembarco sería en Puerto Stanley pero como se levantó un fuerte temporal, se retrasó para el viernes 2 de Abril. Debían tomar la usina, pero justo sobre el desembarco, el capitán Giachino les indicó a sus hombres que había un cambio de órdenes, ahora éstas eran tomar la casa del gobernador Rex Hunt y exigir la rendición para evitar el derramamiento de sangre.

Fue el Operativo Rosario y su barco, el Destructor Santísima Trinidad.

Había varios puestos de desembarco para provocar el efecto sorpresa. Un submarino, el Santa Fe, junto con el comandante de la Agrupación de Buzos Tácticos, tenían la misión de neutralizar el Faro San Felipe donde estaba la estación de radio y un radar. Por eso se movieron antes de las 6.00 de la mañana, hora del desembarco. El asalto se hizo a las 0.00 horas del día siguiente, al tocar tierra, era exactamente la medianoche.

Atravesando pantanos de algas, barriales y senderos escarpados, llegaron, luego de cruzar un río, a las 6.45 horas, a la casa del gobernador en Saper Hill

Los ingleses estaban cubriendo la zona del aeropuerto que estaba a unos ocho kilómetros de la zona de ataque. También estaban en la plaza pues ya sabían de la llegada de las tropas argentinas. Estaban muy camuflados y apertrechados.

Los soldados veían que los ingleses tiraban de la ingle para abajo, lo cual se denomina “tiro de inmovilización”, por lo que supieron que su estrategia era la rendición y no la destrucción.

López pensó en su hija de un año y dos meses y que tal vez nunca volvería a verla. Luego de haber trepado la colina de Saper Hill cargado de municiones, había llegado a la cima y en medio de una lluvia de tiros, sólo podía pensar en ella.

-          Con tantos tiros, esto será una carnicería – balbuceó justo antes de que se cortaran las luces.

Cuando aclaró, como a las 5,45, se pudo ver por primera vez el paisaje  aunque había una intensa niebla. Rocas y pequeños arbustos eran los mudos testigos de una jornada que anticipaba el horror de la guerra. Los cuerpos cansados y hambrientos de los soldados, avanzaban juntos, unos detrás de los otros, en son de cumplir con su deber. Recibieron órdenes de marcar en una canchita de fútbol, una pista para el helicóptero. Esperaban las fuerzas de Seineldín.

Cuando llegaron a la casa, inmediatamente sintieron a los ingleses que pedían un santo y seña en inglés. El intérprete argentino, García Quiroga, les pidió que se rindiean, a lo que los ingleses respondieron con una ráfaga de tiros que los hizo replegarse.

Pronto fueron heridos Giachino, en la ingle, quien murió desangrado; García Quiroga, en el hombro, quien se salvó gracias a que cayó de forma tal que pudo tapar la salida de sangre; y el enfermero, que por ir a atender a los otros dos, también fue alcanzado por un tiro en la arteria femoral, se inyectó inmediatamente y pudo salvarse. Ya tenían una baja y dos heridos…

Como a las 8.30 horas de la mañana, los ingleses se rindieron. Eran cuarenta y dos hombres que se encontraban en el sótano de la casa del gobernador y algunos al frente, en la bahía.

De la casa del gobernador salía una banderita blanca. Por la bahía venían caminando el gobernador británico y un Vice-Comodoro argentino. Entraron trece hombres en la casa que inmediatamente auxiliaron a los heridos y tomaron prisioneros. Pronto llegaron vehículos anfibios con apoyo.

Se arrió la bandera inglesa y se izó el pabellón argentino. Fue ahí cuando llegaron las cámaras de ATC (Argentina Televisora Color).

El marino salteño Pedro López, se mordió los labios de bronca al ver que llegó un coronel del Ejército quien le ordenó volver a izar la bandera inglesa y arriar la argentina.

-          Hay que hacer la ceremonia para la televisión – dijo – y ustedes no pueden estar aquí, están muy sucios. A partir de ahora ustedes se van y el Ejército Argentino se hará cargo de todo – continuó con voz autoritaria.

Los habían echado a ellos, a los trece patriotas sobrevivientes de la Tropa de Asalto. Bajaron a las playas y luego al aeropuerto. Inmediatamente subieron a un avión de la Armada en el que se fueron de las islas. Habían estado veinte horas en Malvinas. Desde allí fueron a Río Gallegos y luego a Mar del Plata. Todo había pasado vertiginosamente…

En el momento de abrazar a su hijita, Pedro no pudo más que llorar de alegría. “Me va a conocer – pensó - Finalmente va a saber lo que hizo su padre”.

 

ANI CARMONA